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Con bloques gigantes, con colores, con desafíos: dos jóvenes crearon un nuevo jenga y ya exportan


La pandemia los obligó a convertirse en emprendedores. Desde un pequeño taller, Agustina Cabrera y Javier Torres inventaron el “Jenga Salta”. Los venden a jardines de infantes, bares, grupos de amigos y familias.


En plena pandemia y sin trabajo, Agustina Cabrera y Javier Torres decidieron convertirse en emprendedores. Como el papá de la joven salteña es dueño de una carpintería, debatieron durante días qué hacer para generar ingresos y el recuerdo de un juego que la había cautivado en un bar resultó determinante. Así fue como empezaron a fabricar jengas.


“Teníamos la madera a disposición y fabricamos uno para probar y fuimos creciendo. Así nació Jenga Salta”, dijo Agustina.


Al principio se dedicaron a los tradicionales jenga de mesa, de 54 piezas pequeñas, que vendía su papá con una mesita en la carpintería. Pero con el tiempo fueron buscando nuevos desafíos y se decidieron a probar suerte con el jenga gigante, de hasta un metro de altura, y el éxito fue inmediato. Llegaron pedidos de todo el país y mudaron el taller improvisado en el living de su casa al local de Lorenzo Cabrera, para profesionalizar el mecanismo de producción.


Padre e hija se asociaron; compraron una máquina lijadora para dejar de hacerlo a mano; crearon una cuenta de Instagram, que se sumó al resto de sus perfiles en redes sociales y en plataformas de venta virtual, y pasaron de fabricar uno cada tres días, a cinco cada 24 horas. Ya exportaron a Chile, Bolivia y Perú.


“Los lijaba a mano, uno por uno, arriba de la mesa y pasaba todo un día trabajando en eso, en uno de los chiquititos”, recordó Agustina. “Ahora, soñamos muchas cosas, pero lo principal sería tener un local propio y capaz que más adelante, como soñando más allá, tener una fábrica propia, con nuestras máquinas, y generar trabajo”, agregó.


Variedad y creatividad para reinventar el juego del Jenga


Con el envión que les dio la buena recepción, la joven pareja salteña empezó a pensar reversiones del tradicional juego, para adaptarlo a cada edad y hasta se animaron a personalizarlos.


Javier asegura que la creativa es Agustina, pero junto forman un equipo que tiene bien aceitado el proceso de producción, la inventiva y no le tienen miedo a los desafíos. Los clientes van desde jardines de infantes, centros de estimulación para discapacitados o escuelas, hasta hoteles, adolescentes, bares, grupos de amigos y familias, si la idea es compartir un momento lúdico, sin importar la edad.


“El jenga es un juego superdinámico y para cualquier edad. Pero cuando empezamos a hacerlo no sabíamos nada del tema, nos largamos a hacerlo y nos fue bien”, contó Javier.


Así, al jenga gigante le sumaron el jenga borracho, que consiste en tomar la bebida que corresponde al número de cada pieza y está especificado en una lista que acompaña al juego. Similar es el Jenga verdad o reto, pero en vez de beber un trago hay que cumplir un reto.


El jenga de colores es el más pedido, tiene un dado de madera que hay que tirar antes de jugar y qué indica piezas de qué colores son las que se deben retirar.


“Ahora inventé el jenga tres en uno, que combina el de colores, el borracho y el verdad o reto”, adelantó Agustina, y dijo que con esas ideas “se pone más divertido el juego”.

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